Colmillos
Soy tu presa.
Enséñame a cazar.
Soy tu verdugo.
Enséñame a morir.
Al crear palabras entre la niebla,
surgió tu voz como un cometa.
Como quien nada busca.
Como quien todo encuentra.
Será como un duelo de distancias,
como un amor funambulista.
Desnudaré las nubes de trajes grises,
para pintarte un cielo de amatistas.
De artistas de renombre.
De pólvora en la piel.
De pequeñas sonrisas
y lágrimas vacías.
Como el fuego voraz de tu piel,
como el calor de una Luna de verano.
Como un verso sin rima,
como un beso inacabado.
Serás el eterno saludo.
La censura despedida.
Serás la llave del sepulcro.
La mano que resucite mi vida.
Y no hay más.
Tan sólo encantamientos.
Flores que se visten de primavera
y en otoño de despluman.
Como el ave que se desnuda.
Seré el fénix que arda y muera.
El cenit que tiemble y muerda.
Seré el Sol, que despunte tu Tierra.
Y sin gravedad ni consistencia.
Sin fuerzas de la naturaleza.
Tan sólo conozco dos imanes,
dos que atraen con fuerza.
Escondidos tras las esmeraldas
de tus cálidas esferas.
Norteños orbes polares.
Náufrago de tus verdes ojos oceánicos.
El invierno se va, cuando la muerte de encierra.
El otoño yace, pero la vida...
La vida lleva tu aroma.
A la belleza de la primavera.
Los relojes callan,
nos distancian con minutos,
las manecillas esconden horas,
las quieren para ellas.
Tendré que darte un beso
y hacerles morder sus lenguas.